(Raudnitz, 1885 - Viena, 1967) Director de cine alemán. Hijo de un ferroviario, Georg Wilhelm Pabst rechazó ejercer sus estudios de ingeniería, como deseaba su padre, y se orientó pronto hacia el más inestable campo de la interpretación. Consiguió entrar como aprendiz en una modesta compañía teatral y a los dieciocho años participó en montajes por Austria y Alemania. En 1910 emigró a los Estados Unidos e ingresó en la Compañía del Teatro Popular Alemán de Nueva York, donde alternó sus trabajos como actor con la ayudantía de dirección escénica.
El elevado número de la colonia alemana residente en Nueva York hizo posible que esta compañía representara sus obras en lengua germana, y allí Pabst comenzó a labrarse una considerable reputación como director de escena. En 1914 fue enviado a Alemania para contratar nuevos actores dispuestos a incorporarse a la compañía, y de paso por París le sorprendió el estallido de la Primera Guerra Mundial. Recluido en un campo de concentración durante cuatro años, pasó por difíciles situaciones personales que dejaron una huella profunda en su posterior vida y obra cinematográfica.
Una vez liberado se estableció en Viena, donde dirigió el Neuer Wiener Theater, especializado en el género "Kammerspiel". La falta de medios económicos es suplida con imaginación, y relanza la interrumpida carrera de Pabst. Sus montajes intimistas y la profundización en la psicología de los personajes le convierten en fruto apetecible para las empresas cinematográficas, en un momento en el que se está evolucionando hacia películas más densas y elaboradas. Es por ello que en 1921 Pabst funda en Berlín, con su amigo Carl Froelich, una productora que empieza sus actividades con In banne der kralle, donde el futuro cineasta interviene como actor.
Tras unos cuantos trabajos como ayudante de Froelich accede a la dirección en 1923 con Der schatz, historia de la búsqueda de un tesoro que entronca con otros filmes de la época y que le permite conocer los rudimentos del medio sin grandes riesgos. Este título prefigura, no obstante, algunos rasgos que posteriormente desarrolló a lo largo de su carrera: el odio entre personas como consecuencia de la falta de dinero, el naturalismo en la descripción de los sentimientos o la imparable fuerza del amor y el erotismo. A Der schatz le seguirá La condesa Donelli, típico largometraje de encargo para el que se pedía poco más que oficio y cierta elegancia narrativa.
Es a partir de su matrimonio con la joven y culta Gertrude Hennings cuando dio el salto definitivo que le situó en poco tiempo como uno de los artistas fundamentales del cine mundial. Apenas finalizada su luna de miel rueda la mítica Bajo la máscara del placer, donde presenta las devastadoras consecuencias físicas y morales de cualquier guerra, asunto que desgraciadamente le era muy cercano al propio Pabst.
Con ella obtiene un enorme éxito de público que le permite desarrollar un proyecto inspirado en las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud, Geheimnisse einer seele. Dicha doctrina estaba en su momento de apogeo, y de hecho varios discípulos directos de Freud participaron como asesores en el rodaje de una película que planteaba un argumento audaz para la época, como lo serían otros muchos de los posteriores materiales con los que trabajó Pabst: la influencia de los celos en la impotencia sexual masculina.
Con Sendas del pecado, en 1928, inició una trilogía erótica de fama mundial que le afianzaría como uno de los cineastas de universo más atormentado y escéptico. Su negativa visión de la sociedad y su ideología socialdemócrata se mezclan para crear unos largometrajes donde los ricos salen malparados y la pobreza es vista como algo que conduce de manera inexorable a la prostitución carnal o moral. La liberación sexual de las mujeres es uno de los escasos elementos positivos que aparecen en el horizonte, aun siendo un arma de doble filo si se utiliza mal, puesto que, como en La caja de Pandora, podrían esparcirse mayores desgracias por el universo.
Aunque ocasionalmente Pabst volvió al filme de género, caso de Prisioneros de la montaña, protagonizada por la que más tarde sería realizadora nazi Leni Riefensthal, su obra fue volviéndose más ambiciosa tanto en lo económico como en su deseo de golpear con agresividad las conciencias de una sociedad podrida. Si Cuatro de infantería marca uno de sus mayores éxitos de crítica y de taquilla, no le queda atrás La comedia de la vida, basada en una obra teatral de Bertolt Brecht, con quien mantuvo fuertes discrepancias durante la fase de preparación que llevaron finalmente a que éste renunciara a participar en el proyecto.
La sátira implacable de instituciones como la iglesia, la justicia o la policía y el humor corrosivo contra el capitalismo y la moral hipócrita suscitó una polémica de considerable alcance en Europa. Carbón, en cambio, apenas tuvo fortuna en las taquillas aunque Pabst firmaba con ella una de sus obras más perfectas. Pero el público empezaba a cansarse de las películas de agitación política y se decantaba, incluso los más humildes trabajadores, por comedietas o dramas sensibleros.
Este fracaso le empuja a emprender la aventura fuera de Alemania, primero en Francia (donde rueda La Atlántida y una de las mejores versiones jamás realizadas de Don Quijote) y después en Estados Unidos, donde contratado por la Warner Bros consume su tiempo sin apenas oportunidades de trabajo. Desilusionado, retorna a Europa y peregrina de Francia a Italia o Austria buscando productores interesados en financiar las películas de un cineasta que en los años veinte y treinta había conseguido cuantiosos éxitos críticos y de público.
El ascenso del nazismo provoca su retorno a Alemania, donde intenta al principio trabajar ofreciendo su visión política socialdemócrata y más tarde se da cuenta de que debe moderar sus planteamientos para evitarse problemas. Rueda bajo estos condicionantes una serie de películas históricas (Comediantes, Paracelsus) que en parte incomodan al régimen de Hitler pero que por otro lado son instrumentalizadas como símbolo de las presuntas libertades de las que gozan los creadores en Alemania. Cansado de batallar, marchó de nuevo a otros países como Austria o Italia, donde cada vez con mayores dificultades logró sobrevivir haciendo un cine insustancial en el que se reconoce con dificultades la grandeza creativa de un mito como Pabst.
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